Carlos Robledo Puch: más de cuarenta años preso
Una foto de un juvenil Carlos Robledo Puch, en 1972 |
Es el mayor asesino serial de la historia argentina. Fue
condenado a reclusión perpetua, más la pena accesoria de reclusión por tiempo
indeterminado, por haber cometido 10 homicidios calificados, un homicidio
simple, una tentativa de homicidio, 17 robos, una violación, una tentativa de
violación, un abuso deshonesto, dos hurtos y dos raptos. Carlos Robledo Puch
lleva casi cuarenta años preso, y sus perspectivas de libertad son mínimas.
El "Angel de la muerte" entró a prisión con apenas
20 años. Hoy, bordeando los 60, permanece recluido en el pabellón 10 del penal
de máxima seguridad de Sierra Chica.
Otros conocidos homicidas, condenados por sus crímenes, como
Fabián Tablado , quien mató a su novia de 113 puñaladas, y Ricardo Barreda ,
que asesinó a su mujer, sus hijas y su suegra, lograron beneficios y salidas
transitorias luego de varios años de prisión. Robledo Puch está en condiciones
de pedir la libertad condicional desde el año 2000. Sin embargo, la posibilidad
de que le sea concedida es al menos dudosa, sino casi imposible.
A pesar de su extenso prontuario, y de no tener a nadie
fuera de prisión con quién ir a vivir, Puch solicitó su libertad en varias
ocasiones, y en todas ellas, el pedido fue rechazado por la Justicia.
Sus primeros intentos fueron a mediados de los 80. En esa
oportunidad se le denegó la salida porque no había cumplido el plazo mínimo.
En 1994 volvió a insistir, pero la Cámara de San Isidro
consideró que su cómputo de detención era de 20 años y 11 meses y debía esperar
a llegar a los 30 exigidos por la ley. Robledo Puch solicitó un nuevo cálculo
de condena y se le dieron como cumplidos los 25 años en 1995. De esta manera,
en el año 2000 quedó en condiciones de pedir su libertad condicional.
Pero recién hizo una nueva solicitud en 2008, cuando
Barreda, el cuádruple homicida, logró la prisión domiciliaria. En esa
oportunidad, el Tribunal volvió a negarle la salida y solicitó que se lo someta
a un tratamiento psicológico y que realice actividades "que hagan a su
formación intelectual y laboral, con miras de lograr la evolución que
posibilite la concreción de la meta de resocialización".
Los camaristas Oscar Quintana, Ernesto García Maañon y
Gustavo Herbel tuvieron en cuenta para esta decisión "la nula capacitación
educacional con incidencia en el plano laboral, y el marcado desinterés del
interno por acceder a la actividad escolar o educativa", así como "la
carencia de contención en el afuera, lo que lleva a que no es visitado en la
Unidad" por nadie desde que su madre murió.
Más allá de las cuestiones "numéricas" que
posibilitarían el acceso a la libertad de este famoso homicida, otros
condimentos complican que un juez le de el permiso. Es que en sus años de
reclusión, Puch tuvo varios brotes sicóticos. Así lo establecieron los
diferentes peritajes psiquiátricos, que hablan de una persona con
"perturbación esquizoide" y se cree "libre de todo mal y toda
culpa".
Una de las manifestaciones más claras de su estado mental
ocurrió a fines de 2001, cuando Puch se disfrazó con unas antiparras y una capa
asegurando ser Batman. Así personificado, quemó un taller del penal.
En una visita que LA NACION realizó este año a la cárcel de
Sierra Chica, personal del penal contó anécdotas de este hombre que pasa gran
parte de sus días leyendo, escuchando la radio y escribiendo. Entre otras
cosas, contaron que una vez le regaló una muela a una de sus psiquiatras.
También hablaron de su humor cambiante, dependiendo del cual
por momentos manifiesta grandes deseos de libertad para vivir en paz, mientras
que en otros momentos habla de salir para ser "el sucesor de Perón" e
incluso dicen que llegó a decir que mataría al que fuera presidente.
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