Carlos Matías Sandes, ¿Carlos o Matías?


Esta es la historia de Carlos Matías Sandes, Basquetbolista, Quesón y Asesino. “Nació en Villa Nueva y paseó su basquet por todo el territorio argentino. Sin dudas, un diamante nacido en la tierra del sol y del buen vino” señaló el diario mendocino “Los Andes” el 21 de julio de 2017, sobre este basquetbolista, de 2,02 metros de altura, y que calza 52 (Cincuenta y dos).
Carlos Matías Sandes nació el 14 de junio de 1984 en Mendoza (Argentina). Desde muy chico comenzó a demostrar sus grandes condiciones para el básquet, comenzando en el Murialdo Mendoza (1). 
Su debut en 2001 en Boca Juniors, equipo de la Liga Nacional, fue toda una explosión. Rápidamente se convirtió en una de las figuras del equipo, destacándose tanto por su nivel de juego como por su edad, en el rol de ala pivot, y salió campeón en dos ocasiones, en las temporadas 2004 y 2006. 


Esa época fue una edad de oro para el basquetbol argentino, la selección ganó la medalla de oro en los Juegos de Atenas 2004, y las grandes ligas profesionales del baloncesto buscaba talentos argentinos. Por eso no fue descabellado en 2005 que se mencionará su nombre para ir a la NBA.
“Carlos Sandes es otro argentino que podría ir a la NBA” publicó Infobae el 18 de junio de 2005 “El alero de Boca y del Seleccionado Sub 21 tiene serias posibilidades de continuar su carrera en la liga de básquet más competitiva del mundo”.
“El jugador mendocino fue una de las figuras de Boca, que en los dos últimos años ganó la Liga Nacional, la Copa Sudamericana, la Copa Argentina y el Top 4, además de haber logrado el subcampeonato en la última edición del certamen local” señalaba la nota entre otros datos (2).


Prometía mucho en aquel tiempo, Fabián García, uno de los periodistas que más sabe de básquet en Argentina, lo describía como “el nuevo diamante argentino”. En esa nota García señalaba su nombre completo (“Carlos Matías Sandes”) aunque también que todos lo llaman por el segundo nombre”.
Finalmente, se trató de solo una especulación periodística, y el año siguiente, Sandes terminó fichando para la competitiva liga española, considerada por muchos como la más importante de Europa, comenzando a jugar en el Tau Victoria, donde se desempeñó en la temporada 2006/07.
En las tres temporadas siguientes, Sandes jugó en el “Baloncesto Fuenlabrada”. “Gran Defensor y buen reboteador. Con personalidad, jamás se esconde en los momentos difíciles. Puede jugar de alero y de ala pivot” señalaba un álbum de figuritas sobre Carlos Matías Sandes dedicado al baloncesto español.
Durante su periplo español, su nivel deportivo fue decayendo, la gran promesa del básquet argentino, el diamante en bruto que parecía despertar, se fue diluyendo, y se convirtió en un jugador que alternaba actuaciones discretas, modestas o mediocres. Ya no se lo mencionó nunca más para la NBA, y para la selección argentina, solo lo convocaron para amistosos con rivales mediocres o torneos menores. Todo fue un fiasco.


Sin pena ni gloria, regresó a la semi profesional liga argentina, donde tuvo un olvidable paso por Boca Juniors (temporada 2010/11) y después recaló en el equipo de Sionista, de la ciudad de Paraná (Provincia de Entre Ríos), donde jugó un par de temporadas, 2011/12 y 2012/13. 
Como ya dijimos más arriba, y como señalara Fabián Garcia en su nota, a Carlos Matías Sandes todos lo llaman por su segundo nombre. En el mundo del básquet es simplemente Matías Sandes, aunque siempre se supo que su primer nombre era Carlos. Un Carlos renegado, sin duda, que sentía rechazo por el nombre Carlos.
Quizás la causa de esto sea una simple cuestión familiar, en una familia donde casi todos los hombres se llaman Carlos, mejor que te digan por tu segundo nombre, para que no te confundan. O quizás “Matías” suena más fashión, más acorde a la generación en la cual nació Sandes. Quizás alguna vez el mismo lo aclare. Quizás solo diga, con su tonada mendocina, “Siempre me dijeron Matías”. Lo cierto es que así lo conocen todos en el mundo del básquet, simplemente Matías o Mati, en realidad casi todos lo llaman de este modo en el mundo del basquetbol.


En la última temporada en que estuvo en España, cuando su carrera deportiva languidecía en el Fuenlabrada, el 27 de octubre de 2009, se cruzó con una anciana, de acento rumano, en la Calle de la Montera, pleno centro de Madrid.
“Tu eres Carlos Matías Sandes” le dijo la rumana “Eres un baloncestista del Fuenlabrada”.
Sandes la miró, asombrado por que la rumana conocía sobre su deporte y permaneció en silencio. 
“Qué olor a Queso que tienes en esos pies gigantescos y olorosos” continuó hablando la gitana “Te deberían decir EL QUESO por como huelen tus pies, eres un Carlos, niño, un Carlos, acepta tu destino, eres un Quesón, se que te gusta que todos que te digan Matías, tu segundo nombre, es un bello nombre, yo lo niego, pero eres un Carlos, como Carlos Bossio, Carlos Fernández Lobbe o Carlos Delfino, recuérdalo, aunque lo niegues, no podrás escapara a tu karma, a tu destino, el de ser un Quesón”.
Sandes quedó asombrado al escuchar a esa anciana, cerró los ojos por un par de segundos y le iba a contestar, pero al abrir nuevamente los ojos, la anciana había desaparecido como por arte de magia. Al basquetbolista aquel encuentro le resultó algo muy raro, siempre se preguntó que era aquello de “ser un Quesón” (¿Se refería acaso al olor de sus pies?) y nunca lo olvidó, aunque obviamente, siguió renegando de su primer nombre, Carlos, y todo continuó igual.


En Paraná, cuando comenzó a jugar en Sionista, durante el segundo semestre de 2011, salió una tarde a caminar por las calles de la capital entrerriana, para su sorpresa, en una esquina, estaba otra vez la anciana rumana, el basquetbolista la reconoció, aunque la notó algo más joven, como si la anciana hubiera rejuvenecido. Sandes no pudo evitar pararse ante la anciana.
“Usted” le dijo Sandes “yo la ví en Madrid, la rumana anciana, aunque parece más joven”.
“Soy yo Carlos” le dijo la anciana “¿Vistes Carlos? ¿Vistes la carrera mediocre que tenés en el básquet, eras la gran promesa de este deporte, pero no paso nada, ahora estas aca, en este equipo de modestas pretensiones, si hubieras aceptado tu destino como Carlos Delfino, ser un Carlos, ser un Quesón, serías una estrella de la NBA, una figura consagrada, sos un Carlos, acéptalo, estas desafiando al Universo, se pueden desatar cosas imposibles de controlar, hazme caso, hacete Quesón, estas a tiempo aún”
“Explíqueme que significa eso de ser un Quesón” le preguntó Sandes a la rumana.
“Eso es algo que descubrirás vos solo estimado Carlos, cuando aceptes ser un Quesón”.
“Ya sé que me llamó Carlos, lo dice mi DNI, mis tarjetas de crédito, y Carlos es un pedazo de nombre” le contestó Sandes “pero yo soy Matías Sandes, todos me conocen así, siempre me llamaron Matías, y así me conocen todos, te lo digo una vez más vieja: anda a cagar”.
“¿Anda a cagar?” preguntó la rumana.


“Sí, anda a cagar, no me moleste más, no se quien es, ni de donde me conoce, pero vayase a la mierda, señora rumana”.
“Mi nombre es Oana Raluca Dumitrescu” dijo la anciana y elevó el tono de la voz visiblemente enojada “Te lo advertí Carlos Matías Sandes, te lo advertí, ahora pagaras por esto”.
Sandes abrió la boca para decir algo, iba a lanzarle otro insulto, pero la rumana, con una rapidez asombrosa, otra vez desapareció, se esfumó en cuestión de segundos, tanto que Sandes pensó que todo aquello era producto de su imaginación. Una señora de setenta años pasaba por allí en ese momento, con una bolsa repleta de verduras, y Sandes entonces le preguntó.
“¿Señora?” dijo el basquetbolista “¿Usted vio a una anciana rumana que estaba aca hace un rato”.
“Claro que la ví, una mujer muy grosera, ví que te estaba insultando” fue la respuesta de la mujer “mira pibe allá está cruzando la calle”.


Sandes se dio vuelta y efectivamente la rumana estaba cruzando la calle, pero la velocidad que tenía era tal, que no la pudo alcanzar. “Que alto y buen mozo este chico” pensó la señora de setenta años “pero que olor a Queso que tenía”.
Y eso fue lo que ocurrió en los días siguientes. Sandes cada vez tenía más olor a Queso, apestaba a Queso en sus pies, aunque se los lavaba, se ponía talco o desodorante, cada vez era peor, tanto que sus compañeros del básquet comenzaron a llamarlo simplemente “el Queso”, y el mismo se puso una cuenta de twitter, con el usuario “quesocmsandes” aunque no la usaban nunca, y todos creían que era fake.
Abril de 2012. Otra vez Sandes caminaba por las calles de Paraná, y para su sorpresa, otra vez la anciana. Sandes la miró de reojo y no se paró, pero la anciana se acercó y le dijo: “Te lo digo por última vez Carlos, hacete Quesón, sino te van a tirar un Queso”.


El basquetbolista no paró ni un segundo, y mientras caminaba le dijo a la anciana “Ja, ja, bah merda, me encanta el Queso, ja, ja, el Sandes do Queijo (3), ja, ja, vayase a la puta que la parió, vieja de mierda, soy Matías Sandes, es mi nombre en el básquet, me pusieron Carlos por un tema familiar, pero yo soy Matías”.
Y Carlos Matías Sandes siguió su camino, era abril de 2012.
Esta historia continua en el blog https://matiassandes22.wordpress.com/

(3) “Sandes do Queijo” en portugués significa “sándwiches de Queso”

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