Carlos Delfino intimo en Ole
l 27-04-2014
Delfino relata sus días sin poder caminar y hasta
reconoce que consideró el retiro. “La circunstancia lo podría haber
ameritado. Pero yo no soy así”, confiesa. Y afirma: “Quiero sacarme la
espina de haber vivido lesionado. Pienso que mi carrera habría sido otra
sin tanta mala suerte”.
Por Germán Beder – Diario Olé
En un momento puntual de la entrevista, Carlos Delfino, un tipo históricamente optimista y lleno de buena energía, respira profundo y se queda callado. Son unos segundos. Pero en un marco de intimidad tan intenso, parecen horas. Estaba contando de lo paradójico que puede ser el destino: “La jugada en la que me termino de lesionar es, tal vez, la mejor jugada de mi carrera: la volcada sobre Durant en los playoffs ante Oklahoma. Qué querés que te diga… Ha sido muy doloroso reponerme de toda esta situación. Pasé de estar en un punto alto de mi carrera, jugando postemporada, con minutos, a no jugar, a no poder hacer nada, ni siquiera moverme”. Ahí llegó el suspiro y el silencio.
Un instante de infinitas secuencias resumidas en una simple imagen: él tirado en un sillón de su casa de Santa Fe, en estado de reflexión y nostalgia. Esa versión de Cabeza es muy distinta a la actual, en la que ya se lo puede ver corriendo y de vuelta ilusionado. Por eso el silencio se corta. Porque rememora un período ya pasado. Pisado. “La etapa de tristeza terminó cuando me levanté de la cama. Ahora camino, corro, es otra cosa. Si bien todavía es temprano para decir que voy a poder volver a jugar al básquet, al menos estoy realizando actividad y eso me calma la ansiedad. Es como que estoy pudiendo dejar atrás todos los pensamientos grises”, explica.
-¿Todavía temés no poder volver?
-Y… No estoy tan confiado. Quiero decir: si bien mejoró mucho la situación, aún no tengo la certeza de que podré volver como yo aspiro. Pero es verdad que ahora veo la luz al final del túnel y antes no estaba. Yo tomo como que ya jugué mi último partido como profesional (1 de mayo de 2013, ante Thunder). Y que si vuelvo es un regalo.
-¿Cómo trabaja la cabeza en situaciones así?, ¿cómo no maquinarte o deprimirte?
-Es bravo. Sin competir, que es lo que más disfruto, se me complica todo, es la verdad. Pero te repito: yo me mentalicé de que ya jugué mi último partido, entonces, todo lo que llegue es bienvenido. Lo tomo como una motivación. Es día a día. Y cada vez lo siento más viable el regreso. Sé que me va a costar, que no es tan sencillo, pero estoy fuerte.
-¿Qué hacías los días que no podías moverte?
-Estuve guardado. Pasamos todo el verano acá, yo no podía ni caminar. Iba del sofá a la cama. Porque tampoco quería fallarle a la franquicia, que me había permitido operarme acá y seguir la recuperación en mi casa. No podía traicionar esa confianza. Así que nada. Todo el día adentro. Mi señora se iba a la pileta y yo ni eso. Pero bueno, también, dentro de todo este escenario nefasto, al menos pude pasar tiempo con mis seres queridos. Las pocas salidas que he hecho fueron para ir a ver a Unión jugar al básquet. Llegaba un minuto antes de empezar el partido por una puerta trasera, me sentaba abajo de una tribuna para que nadie me tocara, y antes de que terminara el último cuarto me las picaba por un costado. Porque si alguno sin querer me chocaba o algo, podía ser para quilombo.
-¿Qué te moviliza? ¿Tus hijos? ¿Sed de revancha?
-Los enanos, seguro. Cuando me lesioné, ellos empezaron a caminar y yo no me podía mover. Y era raro. En el aeropuerto corríamos carreras: a mí me llevaban en silla de ruedas y a ellos mi mamá en un carrito. Se acostumbraron a no verme caminar. Y ahora que estoy de pie, me miran de arriba abajo, sin comprender. Tengo muchas ganas de que ellos me puedan ver de vuelta en una cancha. El otro día pusimos NBA y los dos empezaron a preguntar: “¿Papá está acá?”. Quiero que lo vivan.
-¿Y deportivamente?
-Quiero sacarme la espina de haber vivido lesionado. Pienso que mi carrera habría sido otra sin la mala suerte de haber padecido dos conmociones, la operación en los aductores, esto… En los últimos cuatro años no me salió prácticamente nada. Pero le hago frente. Me voy a seguir levantando. Porque no me queda otra. Yo quiero estar en una cancha, que es donde más me divierto y de lo que vivo. Así que no me puedo resignar.
-¿Es verdad que tu hermano te mostraba videos tuyos de partidos viejos para que no te cayeras?
-No sólo mi hermano. Mi señora, también. Yo estuve casi 11 meses sin moverme, entonces buscaban motivarme de esa manera. Me decían “mirá todo lo que saltabas”, “mirá cómo corrías”. Yo me reía.
-Con sinceridad, ¿en algún momento pensaste en el retiro?
-(Piensa). Yo podría dejar. Me lo podría permitir. Sería la excusa perfecta. Porque esto realmente se me hizo largo, porque es tiempo de sufrimiento, porque el paso por el quirófano no es alegre. Estuve tres meses sin pisar… Es un bajón. Y sí, se me podría haber cruzado por la cabeza tirar la toalla. La circunstancia lo podría haber ameritado. Pero yo no soy así. Y además estoy totalmente convencido de que aún no ha llegado el momento de quedarme a un costado de la cancha, que puedo seguir siendo protagonista. Me debo esta revancha. Por mí, por mi carrera, por los que me rodean…
Por Germán Beder – Diario Olé
En un momento puntual de la entrevista, Carlos Delfino, un tipo históricamente optimista y lleno de buena energía, respira profundo y se queda callado. Son unos segundos. Pero en un marco de intimidad tan intenso, parecen horas. Estaba contando de lo paradójico que puede ser el destino: “La jugada en la que me termino de lesionar es, tal vez, la mejor jugada de mi carrera: la volcada sobre Durant en los playoffs ante Oklahoma. Qué querés que te diga… Ha sido muy doloroso reponerme de toda esta situación. Pasé de estar en un punto alto de mi carrera, jugando postemporada, con minutos, a no jugar, a no poder hacer nada, ni siquiera moverme”. Ahí llegó el suspiro y el silencio.
Un instante de infinitas secuencias resumidas en una simple imagen: él tirado en un sillón de su casa de Santa Fe, en estado de reflexión y nostalgia. Esa versión de Cabeza es muy distinta a la actual, en la que ya se lo puede ver corriendo y de vuelta ilusionado. Por eso el silencio se corta. Porque rememora un período ya pasado. Pisado. “La etapa de tristeza terminó cuando me levanté de la cama. Ahora camino, corro, es otra cosa. Si bien todavía es temprano para decir que voy a poder volver a jugar al básquet, al menos estoy realizando actividad y eso me calma la ansiedad. Es como que estoy pudiendo dejar atrás todos los pensamientos grises”, explica.
-¿Todavía temés no poder volver?
-Y… No estoy tan confiado. Quiero decir: si bien mejoró mucho la situación, aún no tengo la certeza de que podré volver como yo aspiro. Pero es verdad que ahora veo la luz al final del túnel y antes no estaba. Yo tomo como que ya jugué mi último partido como profesional (1 de mayo de 2013, ante Thunder). Y que si vuelvo es un regalo.
-¿Cómo trabaja la cabeza en situaciones así?, ¿cómo no maquinarte o deprimirte?
-Es bravo. Sin competir, que es lo que más disfruto, se me complica todo, es la verdad. Pero te repito: yo me mentalicé de que ya jugué mi último partido, entonces, todo lo que llegue es bienvenido. Lo tomo como una motivación. Es día a día. Y cada vez lo siento más viable el regreso. Sé que me va a costar, que no es tan sencillo, pero estoy fuerte.
-¿Qué hacías los días que no podías moverte?
-Estuve guardado. Pasamos todo el verano acá, yo no podía ni caminar. Iba del sofá a la cama. Porque tampoco quería fallarle a la franquicia, que me había permitido operarme acá y seguir la recuperación en mi casa. No podía traicionar esa confianza. Así que nada. Todo el día adentro. Mi señora se iba a la pileta y yo ni eso. Pero bueno, también, dentro de todo este escenario nefasto, al menos pude pasar tiempo con mis seres queridos. Las pocas salidas que he hecho fueron para ir a ver a Unión jugar al básquet. Llegaba un minuto antes de empezar el partido por una puerta trasera, me sentaba abajo de una tribuna para que nadie me tocara, y antes de que terminara el último cuarto me las picaba por un costado. Porque si alguno sin querer me chocaba o algo, podía ser para quilombo.
-¿Qué te moviliza? ¿Tus hijos? ¿Sed de revancha?
-Los enanos, seguro. Cuando me lesioné, ellos empezaron a caminar y yo no me podía mover. Y era raro. En el aeropuerto corríamos carreras: a mí me llevaban en silla de ruedas y a ellos mi mamá en un carrito. Se acostumbraron a no verme caminar. Y ahora que estoy de pie, me miran de arriba abajo, sin comprender. Tengo muchas ganas de que ellos me puedan ver de vuelta en una cancha. El otro día pusimos NBA y los dos empezaron a preguntar: “¿Papá está acá?”. Quiero que lo vivan.
-¿Y deportivamente?
-Quiero sacarme la espina de haber vivido lesionado. Pienso que mi carrera habría sido otra sin la mala suerte de haber padecido dos conmociones, la operación en los aductores, esto… En los últimos cuatro años no me salió prácticamente nada. Pero le hago frente. Me voy a seguir levantando. Porque no me queda otra. Yo quiero estar en una cancha, que es donde más me divierto y de lo que vivo. Así que no me puedo resignar.
-¿Es verdad que tu hermano te mostraba videos tuyos de partidos viejos para que no te cayeras?
-No sólo mi hermano. Mi señora, también. Yo estuve casi 11 meses sin moverme, entonces buscaban motivarme de esa manera. Me decían “mirá todo lo que saltabas”, “mirá cómo corrías”. Yo me reía.
-Con sinceridad, ¿en algún momento pensaste en el retiro?
-(Piensa). Yo podría dejar. Me lo podría permitir. Sería la excusa perfecta. Porque esto realmente se me hizo largo, porque es tiempo de sufrimiento, porque el paso por el quirófano no es alegre. Estuve tres meses sin pisar… Es un bajón. Y sí, se me podría haber cruzado por la cabeza tirar la toalla. La circunstancia lo podría haber ameritado. Pero yo no soy así. Y además estoy totalmente convencido de que aún no ha llegado el momento de quedarme a un costado de la cancha, que puedo seguir siendo protagonista. Me debo esta revancha. Por mí, por mi carrera, por los que me rodean…
Comentarios
Publicar un comentario