Medía un metro ochenta y pesaba 100 kilos. La mandíbula era fuerte y se le notaba una marcada calvicie que había hecho desaparecer el cabello negro y tupido, ondulado. Había usado un bigote negro y espeso pero ya no, y mantenía los ojos de un color gris acero. Tenía un enorme ancla tatuada en el antebrazo izquierdo. En el derecho lucía otra pero adornada con un águila y la cabeza de un chino. La amplitud del pecho impresionaba. En el centro había otro tatuaje, el de dos águilas, y debajo de las alas de cada una las palabras Libertad y Justicia. Se llamaba Carl Panzram, y daba miedo. La mañana del 5 de setiembre de 1930 hacía mucho frío en las celdas de la prisión federal de Fort Leavenworth, en Kansas. Era una fortaleza con muros de concreto de 25 metros de alto. Doce guardias sacaron a Panzram de la suya a las 5.55 y lo llevaron al cadalso. Toda la noche se la había pasado cantando un estribillo pornográfico que él mismo había inventado. "¡Malditos sean. Maldita sea ...